-Amiga, cuéntame todo. La Claudia me dijo que el viaje a Europa había sido inolvidable, pero que lo que pasó en el aeropuerto de Madrid me lo contaras tú. Dijo que ella no podía. ¿Qué pasó que fue tan terrible?
-Uff, ¿cómo empiezo? La Claudia, como siempre, tú la conoces, hiperactiva no puede quedarse un minuto tranquila. Yo por mi parte, feliz y tranquila esperando el vuelo viendo videos, leyendo un poco. Pero ella no, caminando en círculos, con una Red Bull inventando cosas para estresarnos.
“Necesitamos planificar más, estamos con muchos tiempos muertos, hagamos un cronograma”, decía. Me tenía loca, la estaba empezando a odiar. Decidí ignorarla y solo oí cuando me dijo que cuidara las maletas porque iría al baño.
– ¿Y qué ocurrió?
-Se demoró un buen rato, hasta que de pronto percibo un revuelo en el ambiente. Levanto los ojos del celular y lo que presencié fue un espectáculo aterrador.
– ¡Termina con el misterio, por favor!
-Nuestra amiga venía muy contenta hacia mí, con cara de que se me ocurrieron más actividades, mientras, como en una película gringa de bullying colegial y en cámara lenta, todos a su paso se reían y se burlaban de ella. Yo no lograba dimensionar lo que ocurría, hasta que veo como una larga cola blanca de novia de 15 metros de largo, rodaba desde su calzón hasta el baño del aeropuerto.
– ¡No! ¿Qué hiciste?
-Dignamente -y sin mirar a la público- enrollé y boté su deshonra en la basura. Mientras lady Ritalín quedó el resto del viaje mirando al sudeste.