Abismo incesante de querellas.
Alma inquieta y soñadora.
Hechizante vulnerabilidad. Pecado y estructura.
Niño-hombre
De tu palabra, cálida generosidad e infinitas fábulas.
A tientas vas, plebeyo, en un mundo fastuoso.
Tu lugar es el llano, con sabor a especies.
De ahí nace tu verbo ávido, profundo, mágico
y codiciado por grandes señores.
Dioses del Olimpo, como festinan.
Dieciséis veces me mostraron el fruto
Y dieciséis veces me lo quitaron.
Amarrada frente a la tentación
gozaron con los desencuentros
y rieron por la imposibilidad de develar su hombría.
Entre musas conoció el arte del consejo.
Sin macho a emular
Su seducción fue dormida.
El tiempo y la distancia borrarán su huella.
El niño-hombre sembrará palabras, cosechará sueños.
Aferrado a su armadura, la lujuria no le hará mella.