Mary Poppins
by Pamela Rillón

-Debbie, vente ahora ya, necesito contarte algo increíble.

-Domingo 11 de la mañana, Arie, ¿cuál es la urgencia? ¿Y si hacemos un zoom?

– ¡No! ¡Presencial!

– Siéntate, no lo vas a creer. Este viernes me llamó Samy Stein, el del colegio, ¿te acuerdas? Era para hacerme una petición rarísima. Me dijo que tenía que presentarme una prima.

-¿Pero, por qué tú? 45 años, felizmente soltero y con cero ganas de tener hijos.

-Lo mismo pensé, muy extraño…

 

 -Arie, tengo una prima, que se llama Lena, muy linda, estaba tres cursos más abajo que nosotros en el Hebreo y se moría por ti. Me pidió que le consiguiera una cita contigo para hoy. Es prima por el lado de mi mamá. Es sefardita…Sé que todas tus pinches han sido siempre askenazíes.

 -Falso. Cuando me ha importado eso, por favor, solo ha sido coincidencia.

-Bueno ya está bien, pero hay otras cosas…  Es separada, tiene ocho hijos y …

– ¡Ocho hijos!  Y que más… ¿Religiosa acaso?

-Sí.

– ¿Me quieres presentar a una mujer con ocho hijos y peluca?

-Me prometió que no la usaría para la cita, que vendría con un pañuelo y me pidió que no fueran a un restorán. Quiere que sea en tu casa, para que no la vea nadie.

 

 -Debbie, si me hubieses visto. Yo me agarraba la cabeza a dos manos, no podía creer la proposición. Me parecía como de película de Netflix.

-Si poh, y tú que no quisiste ni ver “Poco Ortodoxa”, ni “Shtisel”, cuando eran furor.

 

 -Lo haré por el cariño que te tengo, Samy. Pero saldré solo una vez.

-Gracias amigo. Ah, última cosa, compra todo Kosher.

 

-Así es que me preparé para esta cita cacho, con todo Kosher y llegó Lena muy puntual a las 9 de la noche. Yo estaba muy nervioso. ¿Qué tema podía tener yo con una mujer religiosa? Aunque tengo que reconocer que había en mí un poco de morbo.

-Lo mismo les debe pasar a los católicos cuando salen con un ex cura o monja. Dan como ganas de pervertirlos, ¿no?

– ¡Sí!

– ¿Y cómo era? ¿Cómo estaba vestida?

-Como monja, ja,ja,ja.  Con el calor que está haciendo este verano, vino con pañuelo, toda de negro, con una blusa manga larga, falda hasta los tobillos, con medias y unos zapatos tipo Mary Poppins.

-Del terror

-Horrible.   Pero tengo que decir que era tal como la describió Samy, muy linda. Unos ojos azules coquetones y una risa chillona y contagiosa que no combinaban con su ropa.

– ¿Y hubo onda?

-Increíblemente sí. Hablamos mucho. Teníamos recuerdos comunes del colegio, del Estadio, del viaje de estudio a Israel. Me contó que se casó a los 20 años y que tuvo un hijo tras otro. Hubo mucha conexión. Pero, al mismo tiempo había algo que me inquietaba, pero no sabía realmente lo que era.

– ¿Cómo qué?

-No sé. La encontré demasiado instalada en mi casa. Llegó con un bolsito como quien se viene a alojar.

-Raro, ¿y qué pasó?

-Lo que viene ahora, Debbie, no me lo creo ni yo. En medio de un silencio, me dijo: “Arie, ahora que estoy separada, quiero probarlo todo”.   Sentí que una corriente me recorría de pies a cabeza. No sabía muy bien a qué se refería y no quería pasarme rollos.

 

-A qué te refieres, Lena.

-Al sexo. 

– ¿Estás segura?

-Demasiado.

 

– ¿Qué hiciste?

-Lo primero fue darle un largo beso, que ha sido el beso más apasionado y profundo que he dado en mi vida, después le saqué el pañuelo.

– ¿Cómo era el pelo?

-Una cascada colorina y crespa. Hermoso. La tomé de la mano y la llevé a la cama.

 -Chuta, cómo habrá sido eso.

 -Deb, te lo resumo en una frase. Estoy enamorado locamente. Te lo juro, nunca me había sentido así. Después de hacer hecho todo lo no-probado jamás, nos fumamos un pucho a medias mirando el techo. Me contó que su marido se llamaba Isaac y que era muy pudoroso y que siempre la dejaba insatisfecha. Y que su vida se reducía a limpiar y cuidar niños. Me dijo que ya no quería a Isaac, que ya no le soportaba ni el olor.

-Estoy impactada. ¿Y qué pasó hoy?

-Muy temprano tomamos desayuno abrazados y después de la mano la dejé en una esquina como me pidió. Me dijo que se iría caminando porque era Sabbat.

– ¿Y en qué quedaron?

-Que la llamaría hoy a mediodía y que un día en la semana iríamos escondidos a algún mall bien lejos a comprar ropa nueva para ella. Estaba fascinada con la idea.

-Me alegro mucho por ti, Arie.

-La voy a llamar ahora, ya no me aguanto.

 

 -Aló Lena. ¿Cómo has estado?  Yo aquí con mi mejor amiga Debbie, la que te conté ayer.  Debbie, dile hola a Lena.

-Hola, Lena, soy Debbie.

-Pásame con Arie, por favor.

-Aló, Lena, no te oigo bien. Ok, ok. Sí, sí.

-Qué pasó Arie? ¿Por qué cortaron?

-Volvió con su marido.