-Buenos días, apreciados compañeros. Me complace ver que todos han llegado puntualmente a nuestra reunión semanal. Levantarse temprano, no es tarea fácil, pero como dice el refrán: “A quien ayuda, Dios madruga”.
– ¿Cómo les fue el fin de semana? ¡Ah, se me olvidaba mencionar que contamos con una nueva integrante en disfásicos anónimos! ¿Podrías presentarte, por favor?
-Sí, soy Lydia.
– ¿Con i latina?
-No, con hidriega.
– ¡Hola, Lydia!
-Muy bien. Ahora, como siempre, amigos, antes de iniciar la sesión, cada uno compartirá lo qué hizo el fin de semana o de qué hablaba con su compañero antes de que yo llegara. Javier, ¿quieres empezar?
-Sí, profe, le estaba contaba a Francisca que cuando yo era joven para hacer llamadas de larga distancia y conseguir que la otra persona pagara, teníamos que llamar coro revertido.
-Sí, claro, recuerdo esa época. Y no fue hace tanto, ja,ja,ja.
-Y tú, Francisca, ¿qué nos cuentas?
-No mucho, salvo que acompañé a mi novio a una comida de su oficina de abogados en el W.
– ¿Y cómo te fue?
-No sé, siempre me quedo con una sensación extraña. Como si me miraran mal. Y me pregunto, ¿habré dicho algo incorrecto?
– ¿Y sobre qué hablaban?
-De seguridad alimentaria. Yo hablé poco, solo le dije a sus jefes que es importante consumir alimentos sin preservativos.
-Muy cierto, hay que comer saludable.
-Profe, yo quiero contar algo.
-Adelante, Claudio.
-Yo fui a Lima el fin de semana.
¡Qué bien!
-Mi señora y yo tomamos un tour en bicicleta, subimos un cerro lleno de ugambilias rojas en el barrio de Miraflores y miramos a la ontananza comiendo suspiro lismeño.
– ¡Pero, ¡qué delicioso!
-Dicen que está la adebacle en Perú.
-Sí, inamisible tanta pobreza.
-Bueno, estamos en Latinoamérica. No hay que pedirle peras al horno.
-Dado que algunos de ustedes ya han tenido la oportunidad de compartir algunas experiencias, demos inicio a la sesión de hoy.
-Profe, profe, antes quería decirle que se ve particularmente atractivo hoy.
-Gracias, Andrea.
– ¡Me encantó su nueva camisa cuello ahumao!