Tanto ovacionó su belleza que el universo hoy se la regala.
¿Qué hace ahora con tanta magnificencia?
Recorre su cuerpo desnudo.
Comienza en esos ojos temerosos a la entrega
y sigue por esa boca huracanada.
Continúa por su cuerpo fibroso y desde lejos
oye el lamento de las doncellas apartadas y la cólera de Adonis.
Le dijo que el arroz había que dorarlo en mantequilla
y luego esperar a que aparecieran cráteres pequeños.
Intenta concentrarse en su fórmula,
pero su mente planea por las colinas y valles de su piel tostada.
¿De dónde viene ese color áureo?
Dice que de sus antepasados levantinos o dorios.
Lo rebautiza Atunis, como los etruscos llamaban
a los hombres de inconmensurable hermosura.
¿Le pregunta por qué levantas murallas defensivas entre nosotros?
Y sin respuesta, serpentea como hiedra su fuerte hasta alcanzar su corazón atrincherado.